martes, 24 de julio de 2018

Esperando el momento

Con esta incursión en el tema del momento de mercado (o del ciclo) cerramos la primera serie de posts dedicada a nuestros “10 mandamientos de #yomeloinvierto”.

Hasta aquí, por tanto, hemos cubierto lo imprescindible para que el lector pueda comenzar a armar su cartera, bien siguiendo nuestras Carteras ejemplo, o bien variando alguno de los criterios. Hemos hablado, entre otras cosas, de dónde invertir (Fondos/ETFs de renta variable, gestión pasiva, con o sin Smart beta), dónde suscribir nuestras inversiones (cuidado con la comisión de custodia - ver post), de los principios generales (largo plazo, diversificación, fiscalidad - ver post…); pero no hemos hablado todavía de cuándo invertir.

Como no basta sólo con que tengamos buen tino, sino que deberemos saber elegir el momento, el objetivo de este post es, partiendo de las dinámicas más o menos conocidas que se manifiestan en los mercados de valores a lo largo del tiempo (los ciclos), explicar el impacto que tiene en nuestra inversión a largo plazo la elección del momento de entrada y, por último, proponer una serie de estrategias al respecto.

El mercado de renta variable

Sabemos que los precios de la renta variable suben y bajan pero que, al mismo tiempo, puesto que operamos en mercados eficientes, transparentes (hasta cierto punto) y organizados, dichos precios son el resultado simple y llanamente de la oferta y la demanda (cuántos agentes en el mercado quieren comprar/vender y a qué precio están dispuestos a hacerlo).

La dificultad estriba en cómo se comportan dichos agentes (si fuéramos capaces de comprender las normas que rigen sus decisiones, a lo mejor podríamos sacar provecho). A este respecto, los agentes en el mercado:
  1. No son totalmente racionales - tienen sus emociones, caen en la avaricia, sufren miedos y, sobre todo, están sometidos a la presión de la opinión mayoritaria; somos, en gran medida, gregarios.
  2. Y, aun en el caso de que fueran racionales, no cuentan con la información completa y precisa en cada momento como para establecer con certeza el valor de una empresa (hay demasiados factores imponderables en juego).
Respecto del segundo punto, simplemente diremos que nuestra recomendación de diversificar al máximo viene, en gran medida, de que aceptamos, con toda humildad, que no somos capaces de analizar compañía por compañía hasta el punto de poder determinar con seguridad suficiente cuál tiene un valor intrínseco superior a su precio actual y cuál lo tiene inferior. Y añadimos: quien nos diga que tiene acceso a toda la información necesaria y, además, ha encontrado la forma de predecir, en función de la misma, qué compañía va a subir y cuál no (como si los mercados fueran racionales), tendrá también que explicarnos qué hace trabajando de analista (ya mencionamos lo de la isla privada en nuestro primer post).

Y, por supuesto, nos reafirmamos en lo que dijimos sobre la gestión pasiva - ver post: el 90% de las veces bate a la gestión activa.

Somos gregarios

Pero vayamos al primer punto (1. Somos gregarios...) mencionado anteriormente, que es el que es relevante para este post y nos va a dar más juego. Lo vamos a ilustrar, como punto de partida, con un vídeo de “Candid Camera” (debe ser de los 60) que muestra, mediante un experimento, cómo el individuo escogido al azar, sin darse cuenta, casi siempre renuncia a su individualidad y modifica su comportamiento en función de lo que hace la mayoría. En este ascensor con cámara oculta, el “conejillo de indias” siempre copia, sin ser consciente, lo que hacen los demás:


Otra brillante ilustración de lo que supone este tipo de gregarismo aparece representada en una caricatura de uno de nuestros dibujantes/humoristas favoritos ("Kal" Kallaugher, en The Economist). Y es que, al final, por cómo se forman los precios y por la naturaleza de los agentes que participan en este mecanismo, vamos a ver situaciones que nada tienen que ver con el valor real de las cosas pero que dan pie a la formación de ciclos en las cotizaciones:

Los ciclos

Existe un enfoque un poco más académico, pero no por ello menos interesante – animamos al lector a examinar este informe de John Hussman. Se trata de ver los mercados de valores (renta variable) como sistemas que se autoregulan mediante su propia retroalimentación.

Bajo esta perspectiva, un sistema puede tener bucles de retroalimentación positiva, que refuerzan una determinada dirección o, por el contrario, bucles de retroalimentación negativa, que lo empujan de vuelta al equilibrio. Dependiendo de qué bucles tengan un efecto más fuerte en el sistema, tendremos o no estabilidad en las magnitudes del mismo, se manifestarán oscilaciones, etc.

En el caso de los mercados de valores sucede que:
  • La reversión a la media (de la valoración como múltiplo sobre el beneficio, por ejemplo) empuja al mercado al equilibrio: si las valoraciones bajan, los retornos esperados suben, lo cual incentiva las compras (las cuales harán subir los precios), y viceversa.
  • Por el contrario, los comportamientos especulativos refuerzan la propia tendencia (son una fuente de inercia): una caída de precios alimenta la expectativa de un colapso aún mayor, y viceversa.
En cualquier caso, lo que se puede observar a lo largo de la historia es una repetición del siguiente patrón – aunque no faltarán voces discordantes que nos asegurarán que esta vez es diferente (o no: “This time is different…”):

Y todo esto, ¿qué importa, si somos inversores a largo plazo?

Al fin y al cabo, nuestro objetivo es tomar parte en una cesta diversificada de negocios con objeto de tener derecho a la fracción proporcional de sus beneficios y además estar a resguardo de la inflación.

Pues importa. Importa mucho menos que si fuéramos especuladores a corto plazo, pero importa, porque estamos asumiendo que la renta variable nos va a dar un retorno real (después de cubrir inflación) medio anual del 7% (ver nuestro post sobre el largo plazo).

El problema es que esto no es del todo cierto en cualquier escenario. Dado que nuestro enfoque es sencillo, lo vamos a ilustrar con un ejemplo también sencillo:

En un mundo donde no existiera el mercado organizado de valores, una alternativa de inversión podría ser comprarle al dueño de la pescadería de la esquina (llamémosle, por ejemplo, Luis Fernando) la mitad de su negocio y pasar a ser socios con él, 50%-50%, participando de la mitad de los beneficios (digamos, 10 mil euros anuales para cada uno). ¿Cuánto estaría uno dispuesto a pagarle a Luis Fernando por semejante inversión (asumiendo unas perspectivas de negocio estables)? Pues si nos guiamos por los múltiplos históricos del S&P 500 (el P/E ratio o PER) unas 16 veces; o sea, 160 mil euros.

¿Qué pasa si, como nosotros, hay varios inversores potenciales más ofreciendo a Luis Fernando 200, o 250 mil (es decir, un PER de 25, que es a lo que cotiza el S&P 500 en el momento de escribir este post)? Pues que, para igualar dicha oferta (Luis Fernando es amigo nuestro y nos prefiere a nosotros como socio), estaremos aceptando un retorno anual futuro sobre nuestra inversión de un 4% en lugar del 6,25% (asumiendo que no hay expectativa de crecimiento).

En el mundo real la economía crece y, aunque compremos el S&P 500 a un PER por encima de la media histórica, la desventaja inicial se diluye algo con el tiempo (el largo plazo). Pero, desde luego, no es óptimo.

Para terminar de ilustrar este punto, nos vamos a referir a un post concreto en uno de nuestros blogs preferidos (“Real Investment Advice”).

En concreto, nos interesa la diferencia, a 30 años vista, del valor final de 1000 euros iniciales según hayamos entrado en un momento en el que las valoraciones del mercado se correspondían con unos múltiplos de 10x o 20x (el P/E ratio o PER). La diferencia es notable, ya que hablamos, en algún caso, de hasta 10 mil euros de diferencia aproximadamente en el valor final.

A efectos prácticos

Para nosotros, lo que esto significa, en cuanto a recomendaciones a la hora de implementar nuestras carteras (ver Carteras ejemplo) es:
  • Recomendamos no comprar todo de una vez. Hay que diversificar también en los momentos de entrada.
  • Sugerimos empezar comprando aquello que está más barato en términos de PER (por ejemplo, priorizar lo que esté por debajo de x16 y esperar para lo que esté por encima).
  • Incluimos en nuestras carteras, siempre que podemos, vehículos que replican índices Smart beta que ya contemplan criterios de valor dentro de su selección de compañías.
  • Recomendamos prestar atención al momento del ciclo en que nos encontramos atendiendo a: las valoraciones de los múltiplos (PER), valor del índice que se trate en relación con el máximo y mínimo histórico, así como otras magnitudes (por ejemplo, la rentabilidad por dividendo en el caso de los vehículos de distribución).
Nuestras Carteras ejemplo se muestran incluyendo, en aquellos casos donde nos es posible, las citadas magnitudes. En el momento de escribir este post, consideramos que la parte de renta variable americana puede esperar, mientras que podemos permitirnos entrar ya, al menos parcialmente, con el resto.

Consideraciones importantes:
  1. Nadie nos garantiza que, aunque entremos en determinados vehículos de inversión con un PER por debajo de la media histórica, estos no vayan a sufrir descensos a corto o medio plazo.
  2. Por otro lado, esperar tiene un coste (ya vimos nuestro post sobre la importancia del dividendo)
  3. Ante la duda, recomendamos siempre decidirnos por un término medio (invertir una parte, esperar con otra).
  4. Al final, si hemos entrado en nuestra inversión de renta variable (la región geográfica que sea) a un PER razonable y en un momento de ciclo que parece que no es el punto de máxima euforia, sino más hacia la zona baja, no hay mucho más que podamos hacer a priori desde la perspectiva de inversores en renta variable, diversificada y a largo plazo que defendemos desde este blog.

La espera

Por último, vamos a intentar exponer alguna idea con respecto a qué hacer con la parte de nuestros ahorros que hemos aparcado mientras esperamos un momento mejor:

La más obvia es la cuenta corriente o el depósito bancario. No nos detendremos mucho en esta, ya que asumimos que es bien conocida. Sólo recomendaremos leer nuestro post anterior sobre potenciales “corralitos” y salidas del euro.

Otra opción, aunque con rentabilidad nula en estos momentos (por los bajos tipos de interés en euros), es un fondo de inversión de renta fija a corto plazo en euros (también llamados monetarios). Si acaso, tiene sentido, frente al depósito bancario, en la medida en que, al ser fondo (no ETF), permite un diferimiento fiscal, asumiendo que el origen del dinero sea otro fondo de inversión con plusvalías fiscales acumuladas.

Algo un tanto más rentable puede ser la renta fija a un plazo un poco más largo, siempre que nos podamos asegurar una TIR determinada que consideremos aceptable. Para ello NO podemos acudir a instrumentos de inversión colectiva, sino que habremos de comprar los títulos directamente con el objetico de mantenerlos hasta vencimiento (si no, no se nos asegura el retorno o la TIR):
  • En los momentos de escribir este post, existen bonos senior no complejos (sin cláusulas de amortización) con calificación crediticia BBB (parte baja del grado de inversión), denominados en dólares, con vencimientos dentro de 3 años aproximadamente, y con lotes de negociación mínimos asequibles (1000 o 2000 dólares) que, a precios actuales en el mercado secundario, ofrecen tasas de retorno (TIR) del 3,5% o ligeramente superiores. Recomendamos visitar aurigabonos.es.
  • Evidentemente, esto sólo tiene sentido si la exposición que estaremos obligatoriamente tomando a la divisa extranjera (el dólar) encaja como elemento estructural (a largo plazo) de nuestra cartera. Por ejemplo: si tenemos pensado comprar renta variable americana en el futuro (como siempre, sin cubrir la divisa – ver post anterior), pero no lo queremos hacer ahora (está cara), podemos anticipar ya la exposición a la divisa mediante la compra de los mencionados bonos (si el tipo de cambio nos parece aceptable) y, una vez venzan, utilizar ese mismo dinero para abrir, por fin, nuestra posición a largo plazo en renta variable americana. Y mientras tanto estaremos ganando un 3,5% anual.
En situación análoga a lo que acabamos de describir (no queremos entrar todavía en renta variable americana pero, mientras tanto, sí queremos tomar ya la exposición a su moneda, porque nos parece un buen tipo de cambio y nos lo queremos asegurar), si no nos gustase la idea anterior de los bonos, podemos hacer otra cosa diferente: Abrir una posición larga en dólar en Forex (vender EUR/USD) y, dado que, al igual que con un CFD, Forex funciona apalancado:
  • No tendremos que inmovilizar más que la garantía (suele ser un 10% de la exposición que queramos tomar)
  • Dado cómo están los tipos de interés en ambas monedas (más alto en dólar que en euro), el bróker nos hará un abono diario (a nuestro favor) en virtud de dicho apalancamiento (es como endeudarse en euros y prestar en dólares). En el momento de escribir este post, este abono viene a ser un 0,003% cada día de roll-over sobre la posición total.
  • Esta última idea, por su complejidad, puede no ser apropiada para todo el mundo. No obstante, desde aquí, si a algún lector le interesa, recomendamos visitar ibroker.es.

Pues esto es todo por hoy. Feliz espera.


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