jueves, 28 de marzo de 2019

Nuestro modelo de retorno a largo plazo

En este post vamos a tratar de ampliar la cuestión que ya se mencionó brevemente en la entrada anterior sobre las componentes que determinan el retorno total de una cartera de renta variable a largo plazo.

Propondremos nuestro propio modelo de estimación de retornos a largo plazo y acto seguido intentaremos contrastar las herramientas que podemos tener a nuestro alcance para intentar estimar cada uno de los elementos del mismo, con objeto de llegar a cifras que nos ayuden en la toma de decisiones.

Punto de partida


La entrada anterior tomaba prestados unos conceptos al respecto, pues la idea de las tres componentes que ya mencionamos entonces venía de un artículo en gurufocus.com, a saber:

- Dividendos
- Crecimiento del negocio (o de la economía en su conjunto de la región* del índice que se trate)
- Cambios en la valoración/cotización

* esta componente se ve distorsionada, en cierta medida, por el carácter global de los negocios de muchas empresas, aunque estén incluidas en un índice nacional/regional concreto.

Siendo el principio idéntico al de aquel artículo (descomponemos el retorno total esperado en sus componentes básicas y vemos después si se pueden estimar o predecir de alguna manera), en el presente post vamos a intentar refinar la descomposición que se hace del retorno total esperado. El objetivo es tener un modelo que no se deje fuera ninguna pieza del puzle que es nuestra inversión a largo plazo. Además, queremos que tenga cierto rigor en cuanto a clasificar la naturaleza de cada uno de los vectores que se van a identificar.

Decimos esto porque, a simple vista, ya se ve que aquel modelo que veíamos propuesto en gurufocus.com (sin querer quitarle ningún mérito), deja cosas fuera. Sin ir más lejos, excluye consideraciones fiscales respecto de los dividendos que pueden ser relevantes. Tampoco contempla qué pasa con los beneficios empresariales que no se reparten en forma de dividendos – nosotros pensamos que estos también forman parte del retorno de nuestra inversión. Lo que pasa es que aparecerán por otro lado - ahora lo veremos. Y tampoco contemplaba el impacto de los cambios en los tipos de interés (y su influencia en la tasa de descuento que debemos utilizar para estimar el valor presente de según qué flujos – lo veremos más adelante).

Como punto de partida para el modelo que vamos a explicar en nuestra entrada de hoy, también tomaremos prestados los conceptos que A Geis, D Kapp y KL Kristiansen nos detallan en su impresionante trabajo sobre cómo evoluciona la rentabilidad que se exige a la renta variable (“cost of equity”), es decir, la famosa tasa de descuento que habremos de utilizar, por ejemplo, también en nuestro modelo.

A este respecto, dichos autores definen dicha tasa de descuento como la suma del interés libre de riesgo a largo plazo más una prima (“Equity Risk Premium” o ERP) – “The cost of equity usually defines the required rate of return on equity at which future dividends are discounted and is calculated as the sum of the ERP and the long‑term risk-free rate.

Lo veremos ahora aplicado a nuestro modelo, si bien con una considerable simplificación.

Nuestro modelo


I. Inversión directa en acciones

Si decidimos confeccionar una cartera de renta variable que no utilice vehículos de inversión colectiva (es decir, manteniendo las acciones directamente), el modelo viene a ser según se ilustra en la figura siguiente. Esta primera aproximación (inversión directa) nos va a servir para cimentar el planteamiento preferido que se explicará después, por ejemplo, con ETFs (o fondos indexados), que es el que realmente nos interesa.

Figura 1: Modelo de retorno total a un plazo largo (aunque definido) mediante inversión directa en acciones